El secreto de Cristian Roig
Hay un tipo de pensamiento que llamo “recuerdos burbuja”. Son experiencias antiguas que parecen estar encerradas en una pompa, flotan en una atmosfera de neuronas, y si vas soplando, logras que finalmente choquen contra el cráneo, y dejen caer imágenes de jabón. Una de estas burbujas es uno de los sueños del coma, donde estaba en una especie de sala de calderas del hospital. Me tenían allí pues nadie pagaba los gastos, y las enfermeras me habían escondido para cuidarme. Se seguía un ritual sencillo, que consistía en lavarme el pelo con una palangana, cambiarme la comida de la sonda y arreglarme las uñas. Disfrutaba enormemente de estos modestos cuidados, me sentía abultadamente solo, y agradecía ese acto humanitario de contacto humano. Las enfermeras, pronto se percataron de mi goce en esos momentos, me veían feliz. La encargada de mis rutinas, dijo que no lo entendía, pues ella vivía a base de pastillas y cafés, que la impulsaban día a día a seguir, y que al final del día, de lo único que tenía ganas, era de ver alguna serie de televisión e irse a dormir. En ese sueño, conseguí hablar en voz alta para todos, ya que no dejaban de preguntarse cuál era el secreto de mi felicidad. Les conté, que no quería crear discordia, pero el secreto era, que necesitaba muy poco para vivir, y que su trabajo era el causante de mi felicidad, compartir esos momentos de conformismo y humanidad. Se armó un revuelo, y pronto empezaron a tratarme mal, usaban agua sucia para lavarme el pelo, me ponían comida de baja calidad, y me cortaban las uñas sin ningún miramiento. A pesar de ello, yo seguía siendo feliz, y aceptando esos regalos venidos de otro semejante. Me tenían rabia, por ser más rico que ellos, no en cantidad, si no en falta de necesidad; aunque al final, comprendieron que trabajaban lo mismo haciéndolo bien o mal, con la diferencia de no sentirse satisfechos. Aquel era el inocente secreto del paciente Cristian Roig, y a día de hoy sigo teniendo misterios, enigmas personales, que voy descifrando con serenidad y observación. Es bastante reciente, el descubrimiento de un onanismo maximizado, estimulando los 3 puntos de conciencia que me forman, es como si antes me masturbará con un porcentaje de placer bastante inferior. Mi cuerpo se llena de endorfinas, y siento las ráfagas generándose, muchos minutos después de que me haya corrido, como si la excitación siguiera vibrándome en los huesos. Tampoco entendía porque solía tener buena memoria, y después de la meditación esta fue mejorando notable y progresivamente. Cuando uno está en calma mental, segrega encefalinas, una sustancia encargada del placer y plenitud, que además se acrecienta con el recuerdo placentero pasado. Mi cuerpo parece adicto a esas drogas, y como un yonkie, necesito mi dosis habitual. Una amiga me preguntó, si me funcionaba mejor, la meditación o machacármela, no pude evitar quedarme pensando un rato, hasta que supe la respuesta: No concibo una sin la otra. Y es que soy dependiente de ambas estimulaciones, necesito el sexo y la calma, para conseguir la paz, nací con guerras internas, y distribuyo banderas blancas por mi organismo, en busca de cambiar rifles, por tirachinas de gominolas intravenosas.
2 Comments:
Me recordó tu relato al síndrome del cautiverio del que trata La escafandra y la mariposa .
El cuerpo es la prisión que encierra el pensamiento, los sentimientos, la voluntad.
La memoria y la imaginación son la mariposa que nos conduce a conseguir otros placeres.
El cuerpo realmente es una prisión... y los placeres sencillos son la verdadera fuente de la felicidad... pero la vida moderna y las exigencias del comsumismo nos impiden disfrutarlos.
Mer alegro de que solo fuese un sueño-pesadilla y si cuidasen bien de ti
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