Egoísmo, hedonismo y amor propio u onanismo
Desde niños nos han enseñado conceptos herméticos basados en culturas y personalidades educadas para reducirse. Un ejemplo que me gusta asociar es la comparación de los géneros en la sexualidad. Los propios padres suelen animar a los varones a copular con muchas y variadas, como una inercia de ego que pasa de macho a macho. En cambio, en la mujer se suele usar la política del príncipe azul. La misma naturaleza creo órganos sexuales diseñados con fines enfrentados, los machos tienen semillas “infinitas” y las hembras posen un número limitado de óvulos al nacer, y por si fuera poco, son fértiles pocos días al mes. Es lógico que un hombre tenga el listón de pareja a pocos centímetros del suelo, y la mujer a pocos centímetros de la luna. El propio cuerpo exige eso, juventud por una parte y madurez por la otra. El ser humano, es finito, y como tal, no está construido para ser seguro de sí mismo, su propia mortalidad conlleva inseguridad, inconscientemente sabe que su vida es azar, y que los momentos no se repetirán jamás, si no fuera mortal, sabría que va a ganar cualquier apuesta, tarde o temprano. Así, monta su vida en el concepto del engaño, el hombre es un perfecto mentiroso, que fabrica substitutos de la realidad, tanto mecánica como socialmente. Como no puede tener miedo el subconsciente, si sabe que cualquier acción es determinante en su existencia, y hace lo que haría cualquier ser asustado, anularse y seguir a las masas. Quizás por eso, el impulso natural de un humano, sea creer en una cultura de genes, transformada por los siglos. Por eso los hombres y mujeres, siguen el rol que determina sus cuerpos, y tienden al egoísmo como base de la supervivencia. Pero asumir el egoísmo, es contraproducente para la supervivencia, ya que un individuo solo, recorta mucho sus posibilidades siendo una unidad, es más seguro ser una colmena que un egoísta solitario. Aquí entra una doble moralidad humana, el ser una gran colmena, que va aumentando su interés, hasta ser familia-pareja-individuo. El egoísmo no es malo, ya que todos lo somos, en mayor o menor ocultación, y cuando más miedo hay a la muerte, mayor es la intensidad. Hay especies de alternativas al egoísmo, extremos del mismo, fácilmente confundibles entre sí, y es que al mínimo olor a egoísmo, salta una alarma interior de rechazo, y es que el individuo egoísta, difícilmente es beneficioso para la doble moral, colmena y persona. Hoy en día, en el primer mundo, ya no hace falta romperse el espinazo trabajando, y surgen los hedonistas, gentes solo interesadas en el placer presente, sin más lucro que este, sin miras a los efectos secundarios. Los hedonistas son tan viejos como el placer, y tienden a ser como este. La otra categoría es el amor propio, uno puede llegar a aceptar su fragilidad, sin miedos, uno es finito e imperfecto, y en eso radica el respeto, en que si uno es imperfecto, necesitara a la colmena, no para sobrevivir, si no para disfrutar su vida, dando y recibiendo. El amor se suele crear en base al engaño de ser perfectos, pero el amor propio nace de uno mismo, no necesita ser robado, solo compartido, el ser humano, puede dejar su humanismo acomplejado, para ser un onanista de su propia existencia.
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