2/14/2010

Cucu

El algún lugar de la memoria guardo ese recuerdo, entre los 10 y los 14 debe estar. Por esas edades mi madre frecuentaba un bar de prostitutas y borrachos, y conocíamos a alguno de ellos. Uno era Cucu, no sé porque lo llamaban así, quizás por el pájaro, o porque es el sonido que emiten algunos relojes que dejan abrir una puertecita, por donde sale un pájaro de madera, y dice cu-cut cu-cut. Era un hombre alto, con barba, cara amable y ojos dormidos. Parecía una buena persona, creo que perdió su trabajo y su mujer lo abandono. Es una historia frecuente entre borrachos, y da lástima, hasta que descubres que perdieron su trabajo por beber, volviéndose más asiduos al alcohol y a su mujer, con lo que esta se harta, cogé los niños, y se va a vivir con su madre. Hasta allí Cucu no aparecía en mis recuerdos hasta que volvía a encontrarlo, y mi madre como alcohólica mujer, poseía ciertas ventajas. Tenía a mi padre cogido por los huevos, ya que el la quería, ya que compartían 2 hijos juntos y casi todas sus posesiones estaban a nombre de ella (para ahorrar impuestos, o algún acto de “amor”). Ella se iba largas temporadas a la casa de campo, con sus perros y gatos, allí podía vivir y beber tranquila, mandaba tuperwares de comida asquerosa y con frecuencia en malas condiciones. Comérselo era arriesgarse a tener diarrea una semana, así que prefería pasar hambre, y tirarlos por el wáter. En esa época, mi única amistad era un televisor, y me tragaba en vena cualquier mierda que pusieran, creo que los jueves veía “carretera hasta el infierno”, y “misterio para 3”. Eran 2 series de mierda, que por unas horas me evadían. Lo acompañaba con galletas de miel, y durante ese lapso todo dejaba de oler a mierda. Solía acabar a las 12 y media, y mi familia de 3 hombres, no teníamos medida en los horarios. Esa noche nadie había paseado al perro (Scuby) y me tocó hacerlo a mí. Lo bajé, y al rato apareció Cucu saludando. No me asuste y se fue acercando, me dijo que quería decirme un secreto, y me acerqué. Entonces él me tocó la entrepierna. Era una situación rarísima para mí, un hombre que me metía mano. Sentí mucho asco y traté de correr. Pero ese puto perro era un caniche que solo quería mear, y tenía que arrastrarlo, y el borracho me seguía por esa callejuela, y me daba alcancé. Solo quería tocarme el paquete, ni me agarraba, lo palpó un par de veces y conseguí llegar hasta cerca de casa. Llamé al interfono, y nadie abría, tenía el corazón a mil, esa situación era la más desagradable que había vivido. Cucu se acercaba, y ya me temía lo peor, pero una voz le dió 4 gritos, y se marcho como el borracho asustado que era. Era Cesar, un camarero de la marisquería que estaba cerca de casa, ni él ni yo comentamos nada nunca, aunque si lo vuelvo a ver le daré las gracias después de tantos años. Cuando subí, estaba alterado, y no sé que le conté a mi padre, pero quizás por lo dispar que era la historia, junto a mi nerviosismo, y el orgullo paterno, se empezó a reír. No me tomó en serio, es frecuente esa reacción en mi familia. Contadas veces compartí esta historia, ni Alfredo ni mi madre la conocen, y en cierta manera suena cómica, un hombre que toca a otro hombre. Por aquel entonces a mi no me hizo ni puta gracia, creí aprender que mis padres no podían ni harían nada en las situaciones críticas, no porque no quisieran, si no porque no podían controlar ni sus vidas. No les conté que un loco drogado hasta las cejas me abrió la cabeza con la hebilla de un cinturón, o mi primer intento de suicidio, no les contaba nada. Mis padres y yo, siempre fuimos inmaduros emocionalmente, y haciéndome mayor, voy viendo lo difícil que puede resultar controlar las flaquezas de uno mismo. Cuando se es plano, todo es binario, bueno o malo, todo es como una película de Disney, cuando creces aparece la tercera dimensión en tu cuerpo, y la ética se convierte en un papel de wáter usado, hay mierda en uno de los lados, aunque uno este limpió. Y no es mala esa mierda, es solo… mierda. Cucu bebía para olvidar, y olvidó con ello su humanidad también, mi madre solo quería estar sola, y mi padre, solo quería ser un buen padre, aunque nadie le enseño previamente. Yo era un niño, me enteré meses después que murió, y me sentí culpable por haber deseado su muerte, nadie me enseñó que odiar no es malo si es temporal, es un mecanismo del cuerpo para asimilar. Cucu era un hijo de perra, pero solo lo fue los primeros años, ahora ya solo es una mezcla de polvo y recuerdos… Petazetas que ya no duelen, solo, enseñan.


Dedicado a Cris, gracias por ser valiente, yo también :)