El CC
Había una vez, un científico, obsesionado con descubrir la partícula elemental de la mala leche. Auscultaba a individuos de todas las razas, credos y status. Unos parecían haber nacido así, otros, se desarrollaban en la infancia, y el resto culpaba a la sociedad. Parecía muy disperso el motivo, pero el caso era, que todos compartían esa misma tendencia:
Palabrotas, nauseas, picor de órganos sexuales, y una excesiva virulencia, que iba contagiándose de boca en boca, a través del aire, por vía sónica. El científico era constantemente ridiculizado por médicos diversos, alegaban el mal genio, a trastornos hormonales y psicológicos, a los evites del destino, y la maduración de genes y educación. A pesar de ello, él, tenía el pálpito humano que va más allá de toda lógica, el impulso que motivo a los más grandes hombres a cometer los mayores éxitos y fracasos personales, pero en todo caso, había que ser un héroe intelectual para confiar en uno mismo.
Con los pocos medios de los que disponía, consiguió sus fondos de una reputada empresa farmacéutica, especializada en antidepresivos, no es que quisieran buscar una cura, en todo caso, una medicina vitalicia, para evitar por si acaso, la recuperación total de sus clientes.
Ya con capital y mando, ordenó construir una gran estructura cubica roja, repleta de habitaciones, ornamentada con funcionarios y banqueros. Reunió a los mayores cabrones de la sociedad actual. Pretendía que los cabrones, fueran colisionando entre ellos, y fueran acelerándose por competentes burocráticos. Al experimento en sí, lo llamo “Colisionador de cabrones”, C.C.
Al principio, el acto tuvo muchos detractores, pensaban que podía haber un escape en el habitáculo, teóricamente hermético, y crear micro agujeros marrones, peligrosos por su infinita atracción fatal, quien sabe que podría pasar si uno de esos cabrones, conseguía salir de allí, con una alta dosis de rebotación, tan oscura seria su ira, que haría polvo cualquier materia que encontrara en su camino.
El complejo disponía de cámaras especiales para medir todos los choques, y poder observar, entre tanta mala leche, una partícula desprendida de las cuerdas vocales, lanzada como la cuerda de un arco, lo suficientemente cargada, como para ser captada por instrumentos de gran precisión.
Llegó el gran día, con gente deseosa por la auto-exterminación global, y otros menos, por el avance científico. Los instrumentos fueron midiendo, y el complejo se iba calentando, el titanio empobrecido del que estaban recubiertas las paredes exteriores, iba alcanzando temperaturas próximas a la fusión, más de uno/a se meo encima de pánico.
Cuando por fin las mediciones se hicieron cifras tangibles, el científico tuvo que analizar durante mucho, mucho tiempo, los resultados.
El hombre, quedo perplejo al darse cuenta, de que sus estudios. Resulto no tener razón, en gran medida de su teoría, era una mezcla metafísica la respuesta. Los humanos nacen, y a pesar de parecer entes vacios, no lo están. Los mortales, portaban encima, campos de posibilidades cuánticas, en apariencia, muy diversa y compleja. La tendencia cósmica del ser, era el sedentarismo, estaba escrito en su ADN, eso facilitaría la procreación, pero la creación, habia de ser libre, y no manipulada y dependiente, por parte de pensamiento y pensador. Así era, todo el universo, existía porque alguien lo contemplaba, eso lo creaba. El cosmos tenía presencia, porque era observado, y retenía consciencia, porque disponía de observadores. Y aquí llegaba nuestra buscada partícula, era el némesis de creación, destrucción. La nada, era siempre nada, y para ello había de anularse; para ello represento a la creación como un +1, y a su contrario, -1, dando como resultado: (+1) + (-1)= 0= Nada.
Entre los campos de posibilidades y destino, que portaba la raza humana, se podía restar, siendo una persona que necesitada más que daba, siendo un autentico, Cabrón.
O sumar, y dejando las partículas que contradecían su suma, desperdigadas por el infinito.
Pd: Cuento número 50 :D!
Palabrotas, nauseas, picor de órganos sexuales, y una excesiva virulencia, que iba contagiándose de boca en boca, a través del aire, por vía sónica. El científico era constantemente ridiculizado por médicos diversos, alegaban el mal genio, a trastornos hormonales y psicológicos, a los evites del destino, y la maduración de genes y educación. A pesar de ello, él, tenía el pálpito humano que va más allá de toda lógica, el impulso que motivo a los más grandes hombres a cometer los mayores éxitos y fracasos personales, pero en todo caso, había que ser un héroe intelectual para confiar en uno mismo.
Con los pocos medios de los que disponía, consiguió sus fondos de una reputada empresa farmacéutica, especializada en antidepresivos, no es que quisieran buscar una cura, en todo caso, una medicina vitalicia, para evitar por si acaso, la recuperación total de sus clientes.
Ya con capital y mando, ordenó construir una gran estructura cubica roja, repleta de habitaciones, ornamentada con funcionarios y banqueros. Reunió a los mayores cabrones de la sociedad actual. Pretendía que los cabrones, fueran colisionando entre ellos, y fueran acelerándose por competentes burocráticos. Al experimento en sí, lo llamo “Colisionador de cabrones”, C.C.
Al principio, el acto tuvo muchos detractores, pensaban que podía haber un escape en el habitáculo, teóricamente hermético, y crear micro agujeros marrones, peligrosos por su infinita atracción fatal, quien sabe que podría pasar si uno de esos cabrones, conseguía salir de allí, con una alta dosis de rebotación, tan oscura seria su ira, que haría polvo cualquier materia que encontrara en su camino.
El complejo disponía de cámaras especiales para medir todos los choques, y poder observar, entre tanta mala leche, una partícula desprendida de las cuerdas vocales, lanzada como la cuerda de un arco, lo suficientemente cargada, como para ser captada por instrumentos de gran precisión.
Llegó el gran día, con gente deseosa por la auto-exterminación global, y otros menos, por el avance científico. Los instrumentos fueron midiendo, y el complejo se iba calentando, el titanio empobrecido del que estaban recubiertas las paredes exteriores, iba alcanzando temperaturas próximas a la fusión, más de uno/a se meo encima de pánico.
Cuando por fin las mediciones se hicieron cifras tangibles, el científico tuvo que analizar durante mucho, mucho tiempo, los resultados.
El hombre, quedo perplejo al darse cuenta, de que sus estudios. Resulto no tener razón, en gran medida de su teoría, era una mezcla metafísica la respuesta. Los humanos nacen, y a pesar de parecer entes vacios, no lo están. Los mortales, portaban encima, campos de posibilidades cuánticas, en apariencia, muy diversa y compleja. La tendencia cósmica del ser, era el sedentarismo, estaba escrito en su ADN, eso facilitaría la procreación, pero la creación, habia de ser libre, y no manipulada y dependiente, por parte de pensamiento y pensador. Así era, todo el universo, existía porque alguien lo contemplaba, eso lo creaba. El cosmos tenía presencia, porque era observado, y retenía consciencia, porque disponía de observadores. Y aquí llegaba nuestra buscada partícula, era el némesis de creación, destrucción. La nada, era siempre nada, y para ello había de anularse; para ello represento a la creación como un +1, y a su contrario, -1, dando como resultado: (+1) + (-1)= 0= Nada.
Entre los campos de posibilidades y destino, que portaba la raza humana, se podía restar, siendo una persona que necesitada más que daba, siendo un autentico, Cabrón.
O sumar, y dejando las partículas que contradecían su suma, desperdigadas por el infinito.
Pd: Cuento número 50 :D!
1 Comments:
Ya echaba de menos tus elucubraciones.....como siempre, despiertas sentimientos, sensaciones y pensamientos, todo lo que nos hace humanos. Te quiere, mami virtual
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