2/26/2009

La intención no es lo que cuenta, si no la actitud

El padre murió, los 2 hijos se repartieron las cosas. Pasaron de ser meros niños ricos a hombres de finanzas, de tener opiniones influenciables a ser personas influyentes. Ambos se compraron sus juguetes deseados: Coches, mansión, amor, poder, etc. Una vez asentados, desearon transmitir sus “adelantados” genes a yoes pequeños. Conocieron grandes mujeres, casi perfectas entre su clase. Uno desistió pronto, resultó ser estéril. Así que centraron las ganas en ese hijo completamente deseado. Nueve meses dan mucho juego, y ya que no podía tener hijos uno de ellos, le adjudicaron la dote de padrino, a la que a cambio, hubo la promesa de atender al niño, en la virtud o enfermedad. El parto no fue exactamente como esperaban, una malformación imposible entonces de detectar, provocó un infarto cerebral en el niño. El padre se encerró en casa tres días con botellas de buen licor y luego salió a ver la situación. A pesar de lo aparente, sí, heredó muy buenos genes, por eso sobrevivió. Las secuelas no estaban claras, era demasiado pequeño para probar sus funciones superiores. Lo que tenían claro era que, probablemente, ese recién nacido acabaría en una silla de ruedas. Los meses fueron pasando, y al final no pudo resistirse a dejar su familia y divorciarse para buscar algo mejor para él. En menos de dos años, trajo al mundo su segundo descendiente con otra esposa. El parto fue perfecto, el niño nació sano como una pera, sana claro. Volvió el hermano a ser padrino, y el tiempo fue pasando hasta la pubertad de los dos hijos. El padre de los dos chicos llevaba un tiempo deprimido pues nada le llenaba, y al final pensó que su vida estaba su vida era un callejón, con una pared por salida. Decidió acabar con una cuchilla, unas venas y un cuarto de baño. El hermano del suicida le dio la culpa a Milha, que era el nombre del primer hijo. Pero había hecho una promesa, así que le paso una pequeña pensión a la familia de Milha, y una cuantiosa a la del segundo vástago. Para navidades había que hacer regalos, así que le regalo un caballo al hijo sano, y un cepo para ratas al segundo. Las siguientes Navidades les dio los presentes de un pastel de golosinas gigante al niño que quería, y una mierda propia a Milha. En la posterior aún hubo más descaro, pues regalo una cuantiosa cantidad de dinero al preferido, y una factura de la luz al supuestamente menos afortunado. No hubo 4ª, los negocios no le fueron bien al padrino, y sufrió una desagradable bancarrota. En menos de dos meses paso a mendigar por las calles. Una importante deuda le embargó todas sus posesiones. Los pobres no tienen amigos, y tuvo incluso que pelear por una esquina más o menos transitada. Una tarde se le iluminaron los ojos, era el segundo apadrinado que cruzaba la calle.
Padrino: H...ola, hijo!
Hijo 2: Hola, perro.
Padrino: Soy tu tío, ¿no me reconoces?
Hijo 2: Sí.
Padrino: Entonces, ¿por qué pones esa cara de asco?
Hijo 2: Porque tú has destrozado mi vida.
Padrino: Si siempre quise lo mejor para ti.
Hijo 2: Eso no es cierto.
Padrino: ¿Por qué piensas eso?
Hijo 2: Porque tú y mi padre erais muy parecidos, vuestras ideas elitistas le amargaron. Cuando el murió, hiciste que mi madre se acomodase, se engordó y deprimió, y ya no salía de casa. Me regalaste un caballo con el que me rompí una pierna, un gran pastel con el que me tuvieron que hacer un lavado de estomago, y dinero sucio, que acabó definitivamente mi relación con mamá.
Padrino: Yo no… lo sabía.
El chico le escupió en la cara y desapareció entre las calles.
Al día siguiente volvió la casualidad, esta vez vio a Milha con su silla de ruedas cruzar la calle:
Padrino .oO( Si el de ayer me escupió, este me apuñala)
Se levanto discretamente y se alejo caminando.
Milha: ¿Eres tú? ¡Tío!
Padrino: Te confundes, chico.
Milha: Eres un bromista, ¡no me engañas!
Padrino: Sí… soy yo, Milha. No quería que me vieses así.
Milha: ¿Verte cómo? ¿Pobre? No es ningún deshonor serlo.
Padrino: Sí... bueno.
Milha: Ven a mi casa, te invito a comer.
Padrino .oO( Este me descuartiza en su casa)
Padrino : Es que ahora viene la hora punta, y dejan buenas almoinas.
Milha: ¡Anda ya! Ven, te lo ruego.
Padrino : Es que quedé para descorchar con un amigo un don simón del 80.
Milha: En casa hay cosas mejores, tengo el coche en la esquina, te paso a recoger.
Al padrino le habían enseñado desde bien pequeño que nada es gratis, y un temblor le dejo paralizado de miedo. El sonido de una bocina le asustó e instintivamente subió al coche adaptado.
Llegaron a una casa en las cercanías de las montañas; les recibió una bella mujer morena de cuerpo esbelto, bajita y con cara de niña.
Milha: Minia, te presento a mi tío.
Minia: Así que este es tu famoso tío, me han hablado mucho de usted.
Padrino: Mal, claro.
Minia: Pase, donde comen dos, comen tres.
El tío disfrutó de una opípara comida como las de antaño, sin caviar ni exquisiteces, pero compartida con mucho amor.
Padrino: ¿Por qué todo esto?
Milha: Porque tu siempre fuiste bueno conmigo.
Pausa
Milha: Ayudaste a mi madre cuando papá murió, y me enseñaste valiosas lecciones.
Padrino: ¿Yo?
Milha: No seas modesto.
Padrino: Recuérdamelas.
Milha: Tu siempre enseñándome, verás: La primera vez me regalaste un cepo para ratas, yo no sabía qué hacer con él, hasta que lo dejé en el bosque con comida, y al día siguiente había cazado una perdiz, y aprendí que es mejor aprender a pescar que pedir pescado.
Padrino: ¿Y con la mierda?
Milha: Eso también me costó, pensé mucho hasta que lo descubrí.
Padrino: ¿Que hiciste?
Milha: La enterré, y a los días nació una tomatera, los tomates de la ensalada eran de ahí, aprendí que bajo los peores aspectos hay cosas maravillosas.
Padrino: ¿Y con la factura?
Milha: No entendí para qué servía, así que hice el esfuerzo de ir a pagarla, y la persona que me atendió era Minia, enseguida comprendí que sabías lo fantástica que era, y quisiste presentármela.
El tío sonrió, a lo que Milha con gran esfuerzo se levanto tímidamente de la silla, iba apoyándose en las paredes ante la atónita mirada de todos. Se dirigió a la nevera, sacó un huevo podrido y se lo entrego a su tío.
Milha: Toma tío, creo que esto es tuyo.
Aunque el huevo olía mal, lo acepto. Estuvo dos días pensando y después concluyó.
Padrino: Gracias sobrino, es el mejor regalo que podías hacerme.
Los dos se rieron.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Nuevamente al leerlo el vello se pone de punta.

Un beso enorme

12:38 p. m., marzo 06, 2009  

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