Selva
En la salvaje y frondosa selva, entre hojas y verde, había una autentica revolución de vida, separados en una escalera alimenticia perfectamente diseñada a lo largo de los siglos. El más atroz depredador, vivía en manadas, llamadas aldeas, en ellas habitaba un pequeño poblado indígena, de valientes guerreros, Vivian principalmente de la caza y pesca, en un segundo plano la recolección de frutas, hongos y animalitos. Habitaban cerca de un viejo pantano, de él se contaban numerosas historias desde tiempos remotos, la más conocida era la de la existencia de un pez tan antiguo como los dioses, que había nadado antes que la humanidad, que había aprendido a hablar antes que los habitantes de la tierra, de hecho, el enseño a comunicarse al hombre, y allí nació el lenguaje. El conocía la sabiduría de los antiguos, lo llamaban con respeto, Tunguska.
A los ancianos les gustaba contar historias antiguas a los niños, con el fuego bailando en una hoguera improvisada, y los grillos cantando, la voz la ponía la experiencia, y enseñaba a la carne nueva, las vicisitudes del orden natural. A uno de esos niños, le gustaba especialmente la historia del asombroso pez, soñaba pescarlo un día, y comérselo. Seria recordado para siempre delante de todas las piras de fuego al anochecer. Alabado por los jefes de todas las tribus, y como no, por todos los niños que escuchaban esas leyendas.
Cuando gozó de cierta independencia, decidió ir a pescarlo, se sentaba largas jornadas delante del agua, tratando cada vez de tener pesquisas mayores. Tanto era el tiempo que se pasaba probando suerte, que sus apenados amigos, con tristeza, aceptaron su decisión, y le construyeron una cabaña, para que solo levantarse, pudiera enhebrar su anzuelo en las aguas pantanosas. Al joven pescador le gustaba más mantener los peces vivos, estaba rodeado de tinajas de terracota. Cada Anochecer, cuando el sol se enterraba entre los arboles del horizonte, el pescador se iba a dormir para levantarse temprano, algunos niños de la tribu se llevaban entonces las tinajas llenas de peces y agua, y al amanecer, bien temprano, antes de que los pájaros expresaran con armonía el aire de sus pulmones, las alargadas tinajas eran devueltas vacías, para volverse a llenar durante el día. Fueron pasando los años, y con ellos se convirtió con creces, en el mejor pescador de la zona, la caña era una extensión de sus miembros, y había aprendido a escuchar al agua, y a entender todo lo que acontecía dentro de ella. Su moral fue poco a poco decayendo, y se preguntaba horas y horas, porque el misterioso pez no picaba. Llego a pensar que era cosa de magia, así que se fue a visitar al gran Chamán.
Chamán: Saludos joven pescador, los espíritus me dijeron que vendrías a verme.
Pescador: ¿Y sabes porque te he venido a ver gran Chamán?
Chamán: Los espíritus me han hecho saber que buscas al gran Tunguska. También me han dicho que abandones tu búsqueda, que las obsesiones nunca trajeron nada nuevo.
Pescador: Sabes que no puedo, ellos también.
Chaman: Es tu decisión, nada se puede interponer ante esta y tu.
Pescador: He venido para que tu con tus conocimientos ancestrales, me enseñes como puedo pescar al gran Tunguska.
Chaman: Primero he de saber que serias capaz de sacrificar por tu objetivo.
El joven estuvo un rato largo en silencio, meditando. El chaman acababa los últimos detalles de pintura de una máscara ritual, cuando estaba colocando las plumas finales, el pescador concluyó.
Pescador: Mi libertad.
Chaman: Será doloroso, quizás mueras en la ceremonia.
Pescador: Estoy dispuesto a correr el riesgo, ¿de qué se trata?
Chamán: Cuando era chico, mi maestro me enseño a hacer una caña de pescar vinculada al espíritu. Tiene poderes asombrosos, y formara parte de ti y tú de ella, con nadie más funcionará. Los materiales de su construcción son su verdadero sacrificio, pues tiene que estar hecha casi en su totalidad, de tus propios huesos. Como imaginarás, los huesos más aptos para su fabricación son tus piernas, tendremos que cortártelas en su totalidad.
Esta vez se detuvo más tiempo a pensar.
Pescador: Lo haré, para pescar no las necesito.
Chamán: Ven a verme la próxima luna llena, te esperaré junto a 2 hombres, una vez acabado el proceso para obtener tus huesos, tendrás que aprender a hacerla tu mismo, será laborioso pero yo te enseñaré, a cambio me darás el pescado que yo necesite para comer, lo vendré a buscar yo mismo.
Pescador: Pesco de sobras cada día, puedes quedarte con el pescado que quieras, pero recuerda, Tunguska es mío.
Se marchó. Durante los días previos a la luna llena no pesco, se dedicó a correr horas y horas sin rumbo fijo.
El momento llegó, inspiro fuerte, y dijo que estaba preparado. Le dieron unas hojas para mascar, y en unos minutos perdió el conocimiento. Despertó en una choza, levantó la manta que le cubría, y vio que el acababa poco más tarde de las ingles.
Vio sus piernas en un costado, pálidas, inertes. El chamán entró en la chabola, con un ademan señalo sus cercenados miembros.
Chamán: Puedes empezar a pelar la carne hoy mismo, toma, mejor que almuerces luego.
Le entrego un extraño cuchillo.
Comenzó el proceso entre nauseas y pena, estaba mutilándose a sí mismo, la carne era igual que la de cualquier animal, solo que ya no era suya. A medida que iba cortando, tropezaba con los huesos, fueron pasando los días, hasta tener solo los huesos. Talló huesos de animales para practicar, solo tenía un intento con el material deseado y sacrificado. Entre la experiencia que tenía que adquirir, resultó un trabajo completamente artesanal y meticuloso. Tardo un año en fabricar su preciada caña. Tenía un aspecto funestamente personal, llena de inscripciones finamente talladas, solo faltaba desvirgarla.
La caña resultó ser una fábrica de pescado, rara era la vez que no picaba algo en menos de 1 minuto. Le volvió la sonrisa después de todo, la caña funcionaba solo con él. Su alma era la de un pescador, y la caña tenia parte de ella. Varias aldeas vecinas venían a verle, y ya nadie comía carne, ya nadie pasaba hambre, venían desde extrañas y lejanas zonas, a buscar su trabajo, alimentaba a toda la selva bípeda. A pesar de la gente que venía a buscar sus pesquisas, el solo dejaba los peces en alguna tinaja, y volvía a tirar el anzuelo, ni volvía a reponer las lombrices, pescaba pusiera algo o no, pescaba sin esfuerzo, y con el tiempo, sin ganas, por inercia. Pensaba a veces que solo era una leyenda, que era un cuento de viejos, decidió volver a ver al chamán. Se desplazaba con 2 maderas a modo de nudillos, apoyando el tronco, sus manos eran puro cayo, eran tan duras como la caña que enhebraban.
Pescador: Chamán…
Chamán: Si, lo sé.
Pescador: ¿Existe?
Chamán: A pesar de que nadie vivo lo ha visto, si, y te teme.
Pescador: ¿Por qué?
Chamán: Porque sabe que tarde o temprano, lo pescarás, no sabe cómo, pero sus días están contados.
Pescador: ¿Y tú sabes el cómo?
Chamán: Sí, pero la pregunta en realidad es… ¿Qué estás dispuesto a sacrificar?
Pescador: Todo.
Chamán: Vas a tener que usar un sedal muy especial.
Pescador: ¿Cuál?
Chamán: Tu alma.
Pescador: ¿Mi alma?
Chamán: Si, ningún pez puede resistirse a ello, pero un hombre sin alma, no puede vivir. Ven a verme mañana temprano, pero sin ella morirás a media noche.
Pescador: Perderé la mía, pero el también.
Bien temprano, cuando el sol aún desayunaba, se presentó. El chaman lo toco, hundió la mano entre su pecho, atravesando limpiamente la carne, y extrajo un haz de luz de su corazón.
Chamán: Recuerda, hoy es tu último día, a las 12 de esta noche morirás.
El pescador partió hacia su morada, puso su alma en el anzuelo, y la lanzó al agua, de repente, el agua empezó a temblar, miles de peces se amontonaron alrededor, parecía una masa deforme sólida, los peces se peleaban por comerse el alma, cuando uno picaba, otro mayor, engullía al chico. Todo se repetía cada vez que lanzaba al agua el haz de luz, pronto trajeron todas las tinajas y recipientes que había en la selva, pescaba peces de dos en dos, de 10 en 10, parecía que saltasen del agua a la tierra. No dejó que nadie cogiese su pesca ese día, iban pasando las horas y al sol le entró sueño. La luna se clonaba en el agua, ya casi era media noche, y la masa de peces era cada vez más pequeña. Se hizo el silencio, ya no picaba nada, así paso la hora, hasta que eran las 11 menos cinco.
Notó una fuerza que casi se lleva su preciada caña de hueso, mantuvo la lucha 1 hora, hasta que al final se rindió la fuerza que quería arrebatarle el alma. Era un pez dorado, era Tungusca.
Pescador: Por fin te tengo.
Tungusca: Yo también te tengo a ti, me he comido tu alma.
Pescador: Moriremos juntos.
Tungusca: ¿Recuerdas porque querías pescarme?
Pescador: Hace mucho tiempo, no lo sé ya.
Tungusca: Sin pescarme ya eras una leyenda, de que sirve mi sabiduría, si no vas a usarla. Has pescado todos los peces que había en el mundo.
Pescador: ¡Joder!
Tungusca: Esto era una lucha entre tú y yo, has alimentado a miles de hombres, te has cortado las piernas, has pescado todo lo pescable, has vendido tu vida.
Pescador llorando: ¿Qué puedo hacer Tungusca?
Tungusca: Cómeme.
El pescador se comió a Tungusca, y adquirió de nuevo un alma, y sabiduría. Lanzó al agua todos los peces, y luego se tiro al agua. Su cuerpo se hundía, de lo que antes eran sus piernas, nació una aleta gigante, desde entonces cuentan que el pescador de pescadores, sonríe cada vez que lo intentan pescar.
A los ancianos les gustaba contar historias antiguas a los niños, con el fuego bailando en una hoguera improvisada, y los grillos cantando, la voz la ponía la experiencia, y enseñaba a la carne nueva, las vicisitudes del orden natural. A uno de esos niños, le gustaba especialmente la historia del asombroso pez, soñaba pescarlo un día, y comérselo. Seria recordado para siempre delante de todas las piras de fuego al anochecer. Alabado por los jefes de todas las tribus, y como no, por todos los niños que escuchaban esas leyendas.
Cuando gozó de cierta independencia, decidió ir a pescarlo, se sentaba largas jornadas delante del agua, tratando cada vez de tener pesquisas mayores. Tanto era el tiempo que se pasaba probando suerte, que sus apenados amigos, con tristeza, aceptaron su decisión, y le construyeron una cabaña, para que solo levantarse, pudiera enhebrar su anzuelo en las aguas pantanosas. Al joven pescador le gustaba más mantener los peces vivos, estaba rodeado de tinajas de terracota. Cada Anochecer, cuando el sol se enterraba entre los arboles del horizonte, el pescador se iba a dormir para levantarse temprano, algunos niños de la tribu se llevaban entonces las tinajas llenas de peces y agua, y al amanecer, bien temprano, antes de que los pájaros expresaran con armonía el aire de sus pulmones, las alargadas tinajas eran devueltas vacías, para volverse a llenar durante el día. Fueron pasando los años, y con ellos se convirtió con creces, en el mejor pescador de la zona, la caña era una extensión de sus miembros, y había aprendido a escuchar al agua, y a entender todo lo que acontecía dentro de ella. Su moral fue poco a poco decayendo, y se preguntaba horas y horas, porque el misterioso pez no picaba. Llego a pensar que era cosa de magia, así que se fue a visitar al gran Chamán.
Chamán: Saludos joven pescador, los espíritus me dijeron que vendrías a verme.
Pescador: ¿Y sabes porque te he venido a ver gran Chamán?
Chamán: Los espíritus me han hecho saber que buscas al gran Tunguska. También me han dicho que abandones tu búsqueda, que las obsesiones nunca trajeron nada nuevo.
Pescador: Sabes que no puedo, ellos también.
Chaman: Es tu decisión, nada se puede interponer ante esta y tu.
Pescador: He venido para que tu con tus conocimientos ancestrales, me enseñes como puedo pescar al gran Tunguska.
Chaman: Primero he de saber que serias capaz de sacrificar por tu objetivo.
El joven estuvo un rato largo en silencio, meditando. El chaman acababa los últimos detalles de pintura de una máscara ritual, cuando estaba colocando las plumas finales, el pescador concluyó.
Pescador: Mi libertad.
Chaman: Será doloroso, quizás mueras en la ceremonia.
Pescador: Estoy dispuesto a correr el riesgo, ¿de qué se trata?
Chamán: Cuando era chico, mi maestro me enseño a hacer una caña de pescar vinculada al espíritu. Tiene poderes asombrosos, y formara parte de ti y tú de ella, con nadie más funcionará. Los materiales de su construcción son su verdadero sacrificio, pues tiene que estar hecha casi en su totalidad, de tus propios huesos. Como imaginarás, los huesos más aptos para su fabricación son tus piernas, tendremos que cortártelas en su totalidad.
Esta vez se detuvo más tiempo a pensar.
Pescador: Lo haré, para pescar no las necesito.
Chamán: Ven a verme la próxima luna llena, te esperaré junto a 2 hombres, una vez acabado el proceso para obtener tus huesos, tendrás que aprender a hacerla tu mismo, será laborioso pero yo te enseñaré, a cambio me darás el pescado que yo necesite para comer, lo vendré a buscar yo mismo.
Pescador: Pesco de sobras cada día, puedes quedarte con el pescado que quieras, pero recuerda, Tunguska es mío.
Se marchó. Durante los días previos a la luna llena no pesco, se dedicó a correr horas y horas sin rumbo fijo.
El momento llegó, inspiro fuerte, y dijo que estaba preparado. Le dieron unas hojas para mascar, y en unos minutos perdió el conocimiento. Despertó en una choza, levantó la manta que le cubría, y vio que el acababa poco más tarde de las ingles.
Vio sus piernas en un costado, pálidas, inertes. El chamán entró en la chabola, con un ademan señalo sus cercenados miembros.
Chamán: Puedes empezar a pelar la carne hoy mismo, toma, mejor que almuerces luego.
Le entrego un extraño cuchillo.
Comenzó el proceso entre nauseas y pena, estaba mutilándose a sí mismo, la carne era igual que la de cualquier animal, solo que ya no era suya. A medida que iba cortando, tropezaba con los huesos, fueron pasando los días, hasta tener solo los huesos. Talló huesos de animales para practicar, solo tenía un intento con el material deseado y sacrificado. Entre la experiencia que tenía que adquirir, resultó un trabajo completamente artesanal y meticuloso. Tardo un año en fabricar su preciada caña. Tenía un aspecto funestamente personal, llena de inscripciones finamente talladas, solo faltaba desvirgarla.
La caña resultó ser una fábrica de pescado, rara era la vez que no picaba algo en menos de 1 minuto. Le volvió la sonrisa después de todo, la caña funcionaba solo con él. Su alma era la de un pescador, y la caña tenia parte de ella. Varias aldeas vecinas venían a verle, y ya nadie comía carne, ya nadie pasaba hambre, venían desde extrañas y lejanas zonas, a buscar su trabajo, alimentaba a toda la selva bípeda. A pesar de la gente que venía a buscar sus pesquisas, el solo dejaba los peces en alguna tinaja, y volvía a tirar el anzuelo, ni volvía a reponer las lombrices, pescaba pusiera algo o no, pescaba sin esfuerzo, y con el tiempo, sin ganas, por inercia. Pensaba a veces que solo era una leyenda, que era un cuento de viejos, decidió volver a ver al chamán. Se desplazaba con 2 maderas a modo de nudillos, apoyando el tronco, sus manos eran puro cayo, eran tan duras como la caña que enhebraban.
Pescador: Chamán…
Chamán: Si, lo sé.
Pescador: ¿Existe?
Chamán: A pesar de que nadie vivo lo ha visto, si, y te teme.
Pescador: ¿Por qué?
Chamán: Porque sabe que tarde o temprano, lo pescarás, no sabe cómo, pero sus días están contados.
Pescador: ¿Y tú sabes el cómo?
Chamán: Sí, pero la pregunta en realidad es… ¿Qué estás dispuesto a sacrificar?
Pescador: Todo.
Chamán: Vas a tener que usar un sedal muy especial.
Pescador: ¿Cuál?
Chamán: Tu alma.
Pescador: ¿Mi alma?
Chamán: Si, ningún pez puede resistirse a ello, pero un hombre sin alma, no puede vivir. Ven a verme mañana temprano, pero sin ella morirás a media noche.
Pescador: Perderé la mía, pero el también.
Bien temprano, cuando el sol aún desayunaba, se presentó. El chaman lo toco, hundió la mano entre su pecho, atravesando limpiamente la carne, y extrajo un haz de luz de su corazón.
Chamán: Recuerda, hoy es tu último día, a las 12 de esta noche morirás.
El pescador partió hacia su morada, puso su alma en el anzuelo, y la lanzó al agua, de repente, el agua empezó a temblar, miles de peces se amontonaron alrededor, parecía una masa deforme sólida, los peces se peleaban por comerse el alma, cuando uno picaba, otro mayor, engullía al chico. Todo se repetía cada vez que lanzaba al agua el haz de luz, pronto trajeron todas las tinajas y recipientes que había en la selva, pescaba peces de dos en dos, de 10 en 10, parecía que saltasen del agua a la tierra. No dejó que nadie cogiese su pesca ese día, iban pasando las horas y al sol le entró sueño. La luna se clonaba en el agua, ya casi era media noche, y la masa de peces era cada vez más pequeña. Se hizo el silencio, ya no picaba nada, así paso la hora, hasta que eran las 11 menos cinco.
Notó una fuerza que casi se lleva su preciada caña de hueso, mantuvo la lucha 1 hora, hasta que al final se rindió la fuerza que quería arrebatarle el alma. Era un pez dorado, era Tungusca.
Pescador: Por fin te tengo.
Tungusca: Yo también te tengo a ti, me he comido tu alma.
Pescador: Moriremos juntos.
Tungusca: ¿Recuerdas porque querías pescarme?
Pescador: Hace mucho tiempo, no lo sé ya.
Tungusca: Sin pescarme ya eras una leyenda, de que sirve mi sabiduría, si no vas a usarla. Has pescado todos los peces que había en el mundo.
Pescador: ¡Joder!
Tungusca: Esto era una lucha entre tú y yo, has alimentado a miles de hombres, te has cortado las piernas, has pescado todo lo pescable, has vendido tu vida.
Pescador llorando: ¿Qué puedo hacer Tungusca?
Tungusca: Cómeme.
El pescador se comió a Tungusca, y adquirió de nuevo un alma, y sabiduría. Lanzó al agua todos los peces, y luego se tiro al agua. Su cuerpo se hundía, de lo que antes eran sus piernas, nació una aleta gigante, desde entonces cuentan que el pescador de pescadores, sonríe cada vez que lo intentan pescar.
2 Comments:
Genial!! No tengo mas palabras que esa para definir la grandeza que siento al leerte hoy.
Besos.
Buenisimo. y da tanto en lo que pensar... Suscita tantas reflesiones por el estilo de que "a veces nos perdemos a nosotros mismos y el verdadero motivo por el que perseguiamos un objetivo"...o que "No siempre el fin justifica los medios"...
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