La tienda de Lolin
Cerca de casa de
la abuela, había un montón de tiendas, yo no entendía de eso, solía vestir con
chandals que parecían pijamas, que solo se diferenciaban en que los vestía de día.
Era un niño muy práctico, eso era lo más cómodo; ¿para que llevar pantalones
que picaban o eran duros?, ¿Para qué llevar zapatos rígidos que no permitían correr?
Un día me llevaste de tiendas, desconozco si solías ir tu sola, pero ese día yo
era tú paquete no empaquetado. Te metiste en varias tiendas, hasta que acabaste
en una tienda llamada “la tienda de Lolin”. Estuviste horas allí, tan rápido
que elegías mi ropa, y tú pasaste la tarde eligiendo la tuya. Cuando te miraba,
solía ver a la mujer más hermosa del mundo, hasta era celoso porque pensaba que
papa era muy feo, y veía a los hombres comérsete con los ojos, y temía perderos
a los dos. Ese día, me pareciste estúpida. Ahora se, que al igual que yo puedo
pasarme horas jugando a un videojuego, las demás personas también tienen
aficiones que viven con una intensidad parecida. Creo que toda esa ropa, era
para ir a Menorca, a la que fuimos tú y yo. Me llevaste a varias playas
cristalinas, e intentamos ahorrar comprando en supermercados, pues una lata de
refresco, valía unas 15 veces su precio en un chiringuito. Fue una época
divertida, estuve muy unido a ti, y me gusta recordarte así. Nunca fuiste muy
lista, pero eras divertida, preciosa y nos queríamos, requisitos de sobras para
la mayoría de humanos, y para un niño más aún. Con los años perdiste la magia,
te fuiste a vivir a la casa de campo, y para ir a verte teníamos que hacer casi
cada día unos 70km, despertarnos pronto, y mucho tiempo en coche. Te engordaste
tanto y tan rápido, que a veces tu intestino asomaba por tu ombligo, y pasabas
muchas horas en la cama. Entonces nos pedias una bolsa de guisantes congelados,
y te la ponías hasta que volvía a meterse. Creo que usamos la misma bolsa
durante años, y si desapareció fue porque acabaste haciéndolos en algún plato.
En esa época, solo fuiste a peor, a mucho peor. Cocinabas cosas en mal estado,
y comernos uno de tus tupers, era arriesgarse a ir de diarrea una semana. De
hecho, desconocía que una persona sana hace deposiciones una vez al día. Te he
llegado a odiar, odiar mucho, y a tenerte asco. Cuando estaba en coma, y te veía
en sueños o estabas cerca, me convulsionaba para que te fueses. En realidad, mi
tumor fue como el odio que te tenía, fue creciendo lentamente hasta volverse un
incordio para mi celebro, y cuando ya por fin, aprendí a comprenderte, el odio
se disolvió y mi tumor dejó de crecer, como una lenta bomba de relojería puesta
al nacer, que desactive antes de explotar. Supongo que parte de los retos que
me impuse antes de nacer, fue dejar de odiar, y tú eras mi prueba de fuego. El
problema, es en lo que te has convertido tú, un monstruo. Atraes a la gente de
la peor calaña, y autoflajelas a papa, que desea dolor por sus errores. Sé que
esto no lo leerás viva, pero que llegarás a recibirlo. Hoy volví a oír la frase
de “que se mueran los tontos que nunca supieron dar lo que tienen, por miedo a
perderlo”, y esa misma frase podría ser la lección de muchas vidas perdidas.
Papa y tú fuiste conquistado por el miedo, y yo tarde casi 30 años en entender
que cuando más das, menos necesitas. Es imposible saborear algo enteramente,
hasta que te privas de ello y ves a otro comérselo, no porque te lo quite, si
no para vivir la experiencia a través de sus ojos y manos. Si consigo hacer
sentir algo a alguien, empatizo y lo vivo con su cuerpo. Mama, te quiero, no sé
porque sigues viva hoy, pero desde tu ignorancia actual a tu sabiduría venidera,
te digo que no pasa nada, no supiste hacerlo mejor, ni yo, pero lo que cuenta
es superarnos a nosotros mismos, sin compararnos con los demás; mañana seremos
mejores, hoy aprendemos de nuestros errores.