11/13/2012

La chica de la lluvia



La primera vez que la vi, recuerdo yo ser aun muy pequeño. Era verano, y mis padres y yo estábamos paseando por una especie de mercadillo, donde se vendían baratijas y objetos hechos a mano. Me paré apenas 5 segundos a ver unos colgantes con las letras de muchos nombres, y entonces… les perdí. Mire en todas direcciones, pero mis padres no estaban, así que hice lo que me pareció más sensato; les busque un rato y me fui hacia donde habían aparcado el coche. Era negra noche, pero con luna llena, tuve un poco de miedo, pero con resignación fui al descampado de tierra donde estaban los coches aparcados. Al alejarme de la gente, se acabó haciendo el silencio. Podía oír como soplaba el viento de frente, parecía dar latigazos de aire a mí alrededor, y la lluvia empezó a caer. El eco de las gotas parecía reflejarse en cada piedra y en la arena, que pronto se encharcó. Hacía mucho frío y oscuridad, así que me entró miedo y cuando iba a llorar… Una sombra se acercó a unos metros de mí. Parecía una chica de mi misma edad, pero con la poca luz apenas distinguía algo, además del torrencial de lluvia que caía, que era como una hilera de muros de agua. Se llevó la mano a la boca, y el viento se detuvo unos segundos. Oí un claro “shhhhhhh” entre el chapoteo, y me calme de golpe. Me quedé parado sin reaccionar unos instantes, y note una mano en mi hombro. Resulto ser mi madre, que me buscaba, la abracé fuerte y miré hacia la chica, pero ya no estaba.
 No le di mucha importancia pero de más mayor, una vez, unos chicos de mi colegio se metieron conmigo. No era la primera vez, pero esta vez, en vez de conformarse con el bocadillo o mis deberes hechos, me pidieron dinero.  Primero me resistí, pero cuando ya me sacudieron un poco, acabé dándoles lo que tenía. Resultó no ser mucho, a fin de cuentas seguía siendo un niño. Se enfadaron bastante, y uno sacó una navaja. En ese momento, lo único que me salió hacer, es correr, y me siguieron hasta un callejón. Allí me dieron una buena paliza, y por si fuera poco, me obligaron a meterme en un conteiner. Al menos en ese lugar, estaba a salvo. Olía a culo de perro, y estaba muy oscuro, temía tocar algo y hacerme daño. Desde dentro oía sus risas y vejaciones, lo que me pasó más nervioso. No sé si eran bichos, moscas o sangre, pero mil picores físicos parecían acariciarme la cara.
Tal vez me estuve una hora allí dentro, me habría estado mas, para asegurarme de que ya se habrían ido, pero ya comenzaba a no poder apenas respirar. Al salir, pude ver mi cuerpo magullado, y yo mismo desprendía un olor de mil demonios, y para colmo, se puso a llover. Esa tarde, había llorado mucho, esa basura estaba llena de mis lágrimas de dolor y frustración, pero con la lluvia las ganas volvieron, y entonces… Otra vez la silueta de mujer, esta vez ya mas crecida, rodeando la oscuridad. Se llevo el dedo a los labios, y me volvió a calmar con su “shhhhhh”…
Me limpie los mocos con la manga, y me fui a casa a darme un buen baño. Jamás me pregunte porque esa chica aparecía, era como si ella y yo ya nos conociésemos, y no importara el silencio entre nosotros, pues cuando confías verdaderamente en alguien, no hace falta el contacto.
Pero la última vez que la vi, me hablo. No es que usara la voz ni nada parecido, pero ese día necesitaba una justa explicación. Ya tenía una edad para llevar coche, y más aun, para tener novia. Ese día, mi chica y yo, íbamos de viaje, queríamos ir a una casa en la montaña. Al empezar el viaje, le dije que se abrochase el cinturón, y me hizo caso. A medio camino, paramos en una gasolinera, y ella se compro unas medias. Quería ir bien arreglada, porque sabía que vería a mis padres, al final del trayecto.
Ni ella ni yo, habíamos probado aun el sexo, y nos disponíamos a hacerlo por primera vez, ese fin de semana. Mientras conducía, ella se puso a juguetear con las medias, poniéndoselas sensualmente para provocarme. Y en una mirada de reojo, todo pasó. Choqué contra el poste de la luz. Tenía una fuerte contusión en el pecho, debido al cinturón de seguridad, pero ella… ella no tuvo esa suerte, su cabeza había roto el cristal delantero del coche, y una corona de cristales cubría su frente. Histérico por lo ocurrido, salí como pude por la ventanilla del coche. Me alejé tanto como pude, y se puso a llover fuerte. Del horizonte se aproximó la chica de la lluvia, y esta vez corrí hacia ella. Ya casi enfrente suyo, le pregunte por qué pasaba todo eso. Pestañee y no ya no estaba, pero en el suelo estaba escrito en una pintada:
El miedo hace, que el lobo parezca más grande.


http://www.youtube.com/watch?v=YtKHPOXvAgM

11/02/2012

31 Octubre




Hija: No te quiero engañar, el médico dice que estas muy jodido, y que seguramente esta noche morirás.
Padre: Tengo mucho frio hija, yo también siento que mi vida se va.
Hija: Estoy tan triste que podría llorar sangre.
Padre: No estés triste hija, la muerte no es mala.
Hija: Es horrible, solo imaginar que mañana no estarás conmigo, me paraliza el aliento.
Padre: Piensa que voy a irme de viaje, y mi muerte es la última cosa que me queda por enseñarte.
Hija: Viaje…? Aprender que…?
Padre: Un viaje que harás más adelante; y mostrarte que la vida es un simple juego, sin principio ni final.
Hija: Que juego es morirte? Que juego es que ya no pueda reír y llorar contigo? Que juego es perderte?
Padre: Se trata de aprender a morir. Se trata de que no hace falta que estemos juntos para poder compartir. Se trata de que no puedes perder lo que no tienes. Nuestros cuerpos fueron un préstamo, que sabíamos que se degeneraría en polvo mas tarde. Si un ser superior nos juntó, es por algo, y lo volverá a hacer si es necesario.
Hija: Creo que la medicación te está afectando papa.
Padre: He pedido al médico que no me sede, quiero estar consciente a la hora de morir, y sobre todo, quiero poder hablar contigo de igual a igual.
Hija: Que quieres decirme papa?
Padre: Dicen, que cada 31 de Octubre, es una noche mágica, y se abre una puerta que comunica el mundo de los vivos con los espíritus, y ese día algunas almas visitan a sus familiares. Las almas carecen de carne, y no necesitan estar en contacto con los vivos para sentirlos, pero comprenden, que sus seres queridos sí.
Hija: Quieres decir que vendrás a verme?
Padre: Si es verdad esa leyenda, si.
Hija: Y como vendrías?
Padre: No lo sé hija, pero no sería con este cuerpo.
Hija: Y como sabría que eres tú?
Padre: Seguramente no lo sabrías, pero no hace falta que veas mi amor para sentirlo.
Hija llorando: Lo sabré papa, no te preocupes.
Padre apagándose: Allí donde quieras que este, estaré. Cuida de tu madr…
El padre dejo de gesticular, y su mano dejó de apretar la de su hija.
Desde entonces, cada 31 de octubre, su hija mira por la ventana, y cuando un pájaro la visita, sonríe y dice:
No hace falta ver tu amor, para sentirlo papa.