6/30/2008

Vejez, divina mierda

Eran tiempos longevos, de secretarias jamonas y maduritas, de arroz sofrito congelado, de elfos con lumbago. Era un futuro heredado, de capas de ozono anoréxicas, de colesterol aplatanado, hipotecas generacionales, de vejez masiva. Eran pocos los que mantenían el país, la gente tenía 3 o 4 trabajos, dormían a la hora del bocadillo, las puestas de sol se cambiaron por el papel de plata y taperwares. Los bancos dejaron de ofrecer caramelos para moderar gastos. El estado pronto tuvo que usar a los políticos para funciones sociales: barriendo la ciudad, prostituyéndose, transportistas de residuos nucleares, o reciclando tampones usados. Aullando fuerte llovieron las quejas gubernamentales.
Ministro de defensa: Como tenga que volver esta noche a ponerme plataformas me voy a volver loco, me duelen los tobillos. ¡Me saltan lagrimones y se me corre el rímel!
Jefazo de la CYA (Central y agencia): Y que lo digas, estoy harto de recoger cacas de perro.
Ministro de defensa: Me gusta tu desodorante ¿ es Haxe?
Jefazo de la CYA oliéndose las axilas: no, es ambientador de baño, olor pino salvaje. Esta situación es insostenible.
Ministro de defensa: Es la gente que no tiene consideración, envejecen y quieren cobrar pensiones, a chupar de la teta, claro, como no tienen dientes…
Jefazo de la CYA: Se nota que no han vivido una guerra…
Ministro de defensa: ¡Claro, eso es! ¡Una guerra!
Jefazo de la CYA: Es un poco tarde para enseñarles algo…
Ministro de defensa: ¡No, idiota! ¡No es eso!
Jefazo de la CYA: No acabo de entender…
Ministro de defensa: Es muy sencillo. Tenemos que hacer lo que hacían nuestros antecesores, Inventarnos una guerra. Solo que en este caso, el servicio militar será obligatorio a partir de los 65 años, los entrenamos, y luego hacemos una guerra.
Jefazo de la CYA: ¡Pero será una masacre!
Ministro de defensa: Por eso mismo, cada muerto equivaldrá a una pensión menos.
Jefazo de la CYA: Es un plan maquiavélico, pero genial.
Ministro de defensa: Cualquier cosa por no tener que lubricar mis labios.
Aún con el mismo poder en el cargo fue informando a sus secuaces, y estos a sus minisecuaces, y así progresivamente. La ley de “mili” obligatoria para mayores de 65 años fue un éxito. Resultó aprobada por todos los políticos, menos uno, un tal Fragha. Con el poco presupuesto del que disponían, el armamento era rudimentario, agregaron bayonetas atadas a una goma de pollo gorda a las muletas y taca-tacas. Reinventaron las especialidades a lucha con piedras, dentaduras postizas disparadas a modo de boomerang, lanzamiento de viejo con una caja de petardos (Lo tiraban entre muchos), sabotaje de cultivos mediante incontinencia precoz, zonas infestadas por bombas fétidas a base de pañal y papillas, etc. Las muertes por defunción natural eran diarias, a pesar de ello el gran número de participantes hacia irrisorio que los servicios médicos trabajaran más que una puta en agosto. A base de paciencia, muchos pañales, y litros de viagrah, consiguieron crear el escuadrón de la muerte, no llamado así por su eficiencia, sino más bien porque cada semana tenían grados distintos, la supervivencia era más fina que un tanga verbenero. Tal como tenían planeado, el país entro en guerra, pero era tal el número de ancianos dispuestos a morir por la patria, que tuvieron que hacer cola varios países, y esperar tanda para ser conquistados. Los tullidos eran tan lentos, que el enemigo aburrido, se lanzaba a atacar muertos de asco, y una defensa de abuelos con trompetillas y sonotones, aguardaban atrincherados tras trincheras de carne muerta de anciano apelotonada, siendo a veces más efectivas las batallitas que contaban al enemigo, que acababa suicidándose con un cortaúñas.
Anciano francotirador con Parkinson: ¡Toma!
Fusil carcomido de la guerra del 14: ¡Pif!
Sargento con binoculares en la distancia mirando: No acierta ni una.
Soldado raso tomando las pastillas de la presión: Discúlpeme sargento, es nuestro mejor tirador, y acierta muchas veces.
Sargento con binoculares: A bocajarro?
Soldado raso pastillero: De rebote señor.
Por la mañana el escuadrón de la muerte se calzaba sus pantuflas, e iban a hacer taichí. Después de leer el periódico y comerse sus madalenas con el café, recogían a sus enfermeras en la cantina, y estas les empujaban a la muerte, si tenían el terreno a favor y hacia pendiente, se ataban una cinta roja a la cabeza, y descendían con sus sillas de ruedas gritando banzai.
A pesar de las dificultades, la experiencia es lo que cuenta, y la paciencia, la lentitud, y las pocas ganas de vivir, los hicieron rivales temibles, todos los países les tenían pánico, veían a sus enemigos como abuelitas cabreadas, y eso eran. Ganaron todas las batallas, y el país acostumbrado a trabajar a destajo pronto tubo cantidades ingentes de dinero, y pudieron equipar a sus soldados, con piedras mejores, bayonetas afiladas, y como no, gomas de pollo de importación. Al final el mundo entero fue gobernado por yayos, y no quedaba un solo joven con vida. En la tele solo ponían reposiciones de sábado noche, galas, y anuncios de pasta para pegar dentaduras. Un día pusieron una reposición de Savrina con su tema: “Voys Voys Voys”,Y murió toda la población masculina heterosexual de un infarto, y al día siguiente de Nino gramo, murieron de emoción todas las mujeres, menos las Noelias. El mundo, estéril y canoso, acabo sus días jugando al domino y murieron felices y jugaron a parchises.

6/14/2008

Frigopene

Los gatos decían miau, miau; los perros hacían guau, guau, y Nerea se sentaba en un bar, los taburetes de este tenían la analtomia de su trasero, olían a melocotón y a melón, ella era una mujer con clase, usaba rollos de papel de wáter aromatizados. Tomaba copas de agua con una oliva dentro, y escrutaba con su mirada las posibles víctimas del bar. Estaba harta de su marido, un hombre que confundía el suavizante con el lubricante, un mendigo venido a más, con más millones que neuronas, y menos hormonas que un consolador sin pilas. Quería como no, un amante que supiera hacer sudar su cuerpo, aunque él no lo hiciera, quería una mujer con pirulí, quería alguien que supiera arrancarle las bragas (solo las de mercadillo) y tuviera la suficiente confianza en sí mismo para hacerlo bien, conciso, y elegantemente. La noche solo asomaba malos proyectos, hombres con ganas de ser hombres, malos polvos, unilaterales. Entró un tipo, parecía limpio, falto de anillo y de marcas de este, bien parecido y que supiera comer algo más que bistec y pizza.
Nerea: Hola guapo, vienes mucho por aquí?
Tipo sin sombrero: Solo cuando entro por esa puerta.
Nerea: Como has dicho que te llamabas?
Tipo sin sombreo sentado: Me llamo Fulano.
Nerea: Encantada, yo me llamo Nerea, ahora que nos conocemos, ¿te vienes a ver mis peces tropicales?
Fulano: Vamos.
Nerea era perro viejo (perra), y sabia que seducir a un hombre es cuestión de sinceridad y ser práctica, Era realmente fútil pintarse horas, mantener la línea, o ir a la moda. Si los hombres no lo hacen, por algo será.
Acorralo a Fulano en el sofá, hablaron un poco, el no era un gran conversador o pensador, pero estaba ya en su casa, era muy cómodo acostarse con él, parecía discreto, Nerea fue sutil y abrió sus piernas delante de él.
Nerea: ¿Y bien?
Fulano: Son dos.
Nerea rascándose la cabeza: ¿Te lo tengo que explicar?
Fulano: ¿El qué? ¿Dónde están los peces tropicales?
Nerea: ¡Aquí dentro! ¡Come y calla!
Ella le cogió de la cabeza y lo empujo a su entrepierna, llevaba falda-cinturón-tanga, todo en uno, el buscaba los pececillos con la lengua.

La fuerza de esta era un torbellino, hacía el molinete con la fuerza de un ventilador de mano de un Euro, era increíble lo que sabía esa lengua, escribía entre sus piernas palabras de amor, arameo, turco, griego, francés, y suajili. Nerea estaba que no cabía en sus pechos, normal, eran grandes pero no tanto. Al final fue ella la que encontró los peces, pero eran de colores.
Fulano con la boca llena de amor: Fyo no feo fningún fescado for akí.
Nerea se rio, se detuvo un instante, sonrió, y pregunto.
Nerea maliciosa: Dime rey, ¿tienes familia?
Fulano: A fnadie, fivo fsolo, me acafo de fmudar a festa fciudad, no fconofco a fnadie y festoy en paro.
Nerea dejo caer una carcajada con eco, le acarició el pelo.
Nerea: ¿Quieres un polo campeón?
Fulano: ¿Tienes de cola?
Nerea: Toda mujer que se precie tiene varios siempre.
Fulano: Mola.
Nerea levantándose y abriendo la puerta de la nevera: Están en el congelador.
Fulano levantándose y asomando la cabeza: No veo nada.
Nerea: Están en el fondo.
Fulano adentrándose más: Sigo sin verlo.
Nerea: Al fondo de todo.
Fulano más adentro: No hay nada, solo langostinos congelados.
Nerea empujándole: ¡Mas adentro!
Fulano: ¡Hace frio!
Nerea acabándole de meter: ¡Detrás de los guisantes!
Nevera cerrándose: ¡Plof!
Nerea sonrió y se fue a dormir. Al cabo de dos días tenía ganas de mambo, se dirigió a la cocina y abrió el congelador, saco a su amante congelado, y lo metió en el microondas en posición “dibujito de un hielo”. A los diez minutos estaba listo para servir, lo saco y dijo.
Nerea: Cariño, ¿quieres ver mi colección de peces tropicales?
Fulano aun goteando pero descongelado: Vamos.
Nerea en el sofá abriendo sus piernas: ¡Aquí dentro! ¡Come y calla!
Fulano cogido de la cabeza por dos muslos: Fyo no feo fningún fescado for akí.
Nerea extasiada: ¡Ahhhhhhhaaaaa!
Pausa de un minuto
Nerea: ¿Quieres un polo de cola campeón?
Fulano: Mola.
Nerea levantándose y abriendo la puerta de la nevera: Están en el congelador, al lado de los guisantes.
Fulano: Me es familiar… debo haberlo soñado…
Fulano más adentro: No hay nada, solo langostinos congelados.
Nerea empujándole: ¡Mas adentro!
Nevera cerrándose: ¡Plof!
Nerea se fue a dormir complacida de nuevo. Este fue el motivo por el cual Nerea tenía siete neveras, una gran sonrisa, y un amante que le sabia el pito a Kalippo.

Experimento :)