Quiero ver tu mirada, al contemplar el mar - Naranja
La pintaron mirando al mar. Ella en realidad no existía en el paisaje, salió de la nada, de la imaginación del hombre que la dibujo. Tampoco coincidían esos colores, estaba rodeada de arena naranja, y ella, sentada, mirándote tristemente. Al fondo, el mar, y entremedio, su mirada. Más allá de su pelo, un acantilado, no había nada, allí acababa el mundo. En el cielo, una estela de nubes se esparcía por el universo, juntas, brillaban como un sol. Era un cuadro triste, era una noche radiante en la playa y una chica imaginada, que te miraba el color de tu alma, la suya era naranja.
Acabo siendo comprada por un hombre rico, que al no tener alma, necesitaba la de esa chica, para poder hacer ver que tenía una propia. La colgó en el salón, así paso años sin que apenas la mirara nadie, solo algún invitado de refilón, que curioseaba en el hogar.
Con los años, la casa se volvía triste, era la tristeza del cuadro, la pintaron para ser contemplada por las mentes más curiosas y naranjas. Allí solo la acariciaba el polvo, y este, ni siquiera se atrevía a tocarla, la playa se llenaba de pena, y el naranja de su cuerpo, era incapaz de perder su textura.
El hijo menor de la familia creció y empezó a fijarse en ese cuadro, lo limpiaba delicadamente con un trozo de tela, y no podía aplacar el dolor de los ojos de la chica.
Un día fue a ver a su padre, y le dijo:
Niño: Papa. ¿Por que esta triste la chica del cuadro del salón?
Padre: No lo sé hijo.
Niño: que puedo hacer para que vuelva a sonreír?
Padre: No lo sé hijo.
Niño: Quizás solo sea un niño, y no me escucharás, pero la casa entera llora por las noches papa, me estoy volviendo loco, quiero ayudarla.
Padre: No lo sé hijo.
Apareció su madre que estaba oyendo la conversación.
Madre: Si tanto te preocupa, ayúdala hijo.
Hijo: Como mama?
Madre: Los mayores hace años que dejamos de entender esas cosas, yo miro un cuadro y solo veo pintura ordenada, tú la ves a ella, y sientes su tristeza, mi cuerpo es demasiado grande para atravesar los poros de la tela, el tuyo no.
El niño se fue a su cuarto a pensar.
Semana tras semana, ahorró para comprarse unas acuarelas, y cada noche, dormía un par de horas menos.
Al cabo de un mes lo acabo, había pintado un compañero para la chica. Pensó:
Niño: Por la mañana, la casa dejara de llorar, le traeré alguien como ella, para que estén juntos
Esa noche, el cuadro que acababa de pintar, le hablo en sueños.
Chico del cuadro: Estoy contento de que me hayas pintado, ahora eres mi creador.
Niño: Te he pintado para que cuides de ella.
chico del cuadro: Ella, aparte de mi, necesita otra cosa.
Niño: El que?
Cuadro: Necesita que le pongas un nombre, si no, solo será el fruto de la imaginación de un hombre.
Por la mañana, el niño fue a colgar el cuadro, miro a la chica y le dijo:
Necesitas estar viva entre tanta tristeza, te vas a llamar Elizabet.
Colgó el otro cuadro, el uno frente al otro. Él sabía que esa mañana, se iban de vacaciones, así podrían estar solos para conocerse. Cruzó el pasillo, y subió al coche que estaba esperándole.
Al atardecer...
Elisabet: Cada noche miro mi mar, pero parece no tener fondo. A veces me gustaría sumergirme y desaparecer entre millones de litros de agua, aplastada hasta ser parecida a la nada. Me siento muy sola.
Chico del cuadro: Te entiendo bastante, desde que naci me siento así.
Elisabet: Puedes oirme.
Chico del cuadro: Por supuesto, soy el fruto de la imaginación de un niño.
Elisabet: ¿Eso que implica?
Chico del cuadro: La imaginación, que crea a partir de la nada, es un reflejo de la omnisciencia del creador de creadores.
Elisabet: Entonces dame aletas y bránquias. ¿Que mas tienes para mi?
Chico del cuadro: Puedo ir a cualquier parte, sólo hemos de cerrar los ojos. Es un ápice de la omnipresencia del creador de creadores.
Elisabet: Entonces llevame ante una niebla de plancton, que solo podamos olernos, ya que tendremos los ojos cerrados. ¿Puedes darme una fragancia que sólo huelas tu, y no puedas renunciar a mi nunca jamás?
Chico del cuadro: Para ello tendría que ser fruto de una mujer.
Elisabet: ¿Éstás listo para madurar?
Chico del cuadro: Bautízame, y seré tu esclavo por eones, siempre exsistiremos mientras alguién pueda imaginarnos. Fui creado para ti, para perderme en los abismos del mar contigo:
Elisabet: Movámonos como tiburones hambrientos y canívales, nunca dejes de girar tras de mi, cuando me alcances seré tuya unas horas, las olas seran el eco de nuestras caricias, y el viento el susurro mudo de nuestras gargantas entre gemido y gemido. No te mentiré, moriras y te regeneraras para mi. Olvidarás cualquier nombre que tuvieses, con los siglos tu léxico se reducira a mi nombre, todo seré yo.
Chico del cuadro: Con una condición.
Elisabet: ¿Cual?
Chico del cuadro: Que hagas lo mismo.
Elisabet: Cerremos los ojos e incendiemos el oceano.
La familia volvió de vacaciones. Los cuadros estaban en su sitio, pero ni la chica ni el chico estaban. Los padres no sabían que había pasado, pero el niño sabía que estaban en el cuadro de ella, amándose en el fondo del mar, donde nadie les vería.
Acabo siendo comprada por un hombre rico, que al no tener alma, necesitaba la de esa chica, para poder hacer ver que tenía una propia. La colgó en el salón, así paso años sin que apenas la mirara nadie, solo algún invitado de refilón, que curioseaba en el hogar.
Con los años, la casa se volvía triste, era la tristeza del cuadro, la pintaron para ser contemplada por las mentes más curiosas y naranjas. Allí solo la acariciaba el polvo, y este, ni siquiera se atrevía a tocarla, la playa se llenaba de pena, y el naranja de su cuerpo, era incapaz de perder su textura.
El hijo menor de la familia creció y empezó a fijarse en ese cuadro, lo limpiaba delicadamente con un trozo de tela, y no podía aplacar el dolor de los ojos de la chica.
Un día fue a ver a su padre, y le dijo:
Niño: Papa. ¿Por que esta triste la chica del cuadro del salón?
Padre: No lo sé hijo.
Niño: que puedo hacer para que vuelva a sonreír?
Padre: No lo sé hijo.
Niño: Quizás solo sea un niño, y no me escucharás, pero la casa entera llora por las noches papa, me estoy volviendo loco, quiero ayudarla.
Padre: No lo sé hijo.
Apareció su madre que estaba oyendo la conversación.
Madre: Si tanto te preocupa, ayúdala hijo.
Hijo: Como mama?
Madre: Los mayores hace años que dejamos de entender esas cosas, yo miro un cuadro y solo veo pintura ordenada, tú la ves a ella, y sientes su tristeza, mi cuerpo es demasiado grande para atravesar los poros de la tela, el tuyo no.
El niño se fue a su cuarto a pensar.
Semana tras semana, ahorró para comprarse unas acuarelas, y cada noche, dormía un par de horas menos.
Al cabo de un mes lo acabo, había pintado un compañero para la chica. Pensó:
Niño: Por la mañana, la casa dejara de llorar, le traeré alguien como ella, para que estén juntos
Esa noche, el cuadro que acababa de pintar, le hablo en sueños.
Chico del cuadro: Estoy contento de que me hayas pintado, ahora eres mi creador.
Niño: Te he pintado para que cuides de ella.
chico del cuadro: Ella, aparte de mi, necesita otra cosa.
Niño: El que?
Cuadro: Necesita que le pongas un nombre, si no, solo será el fruto de la imaginación de un hombre.
Por la mañana, el niño fue a colgar el cuadro, miro a la chica y le dijo:
Necesitas estar viva entre tanta tristeza, te vas a llamar Elizabet.
Colgó el otro cuadro, el uno frente al otro. Él sabía que esa mañana, se iban de vacaciones, así podrían estar solos para conocerse. Cruzó el pasillo, y subió al coche que estaba esperándole.
Al atardecer...
Elisabet: Cada noche miro mi mar, pero parece no tener fondo. A veces me gustaría sumergirme y desaparecer entre millones de litros de agua, aplastada hasta ser parecida a la nada. Me siento muy sola.
Chico del cuadro: Te entiendo bastante, desde que naci me siento así.
Elisabet: Puedes oirme.
Chico del cuadro: Por supuesto, soy el fruto de la imaginación de un niño.
Elisabet: ¿Eso que implica?
Chico del cuadro: La imaginación, que crea a partir de la nada, es un reflejo de la omnisciencia del creador de creadores.
Elisabet: Entonces dame aletas y bránquias. ¿Que mas tienes para mi?
Chico del cuadro: Puedo ir a cualquier parte, sólo hemos de cerrar los ojos. Es un ápice de la omnipresencia del creador de creadores.
Elisabet: Entonces llevame ante una niebla de plancton, que solo podamos olernos, ya que tendremos los ojos cerrados. ¿Puedes darme una fragancia que sólo huelas tu, y no puedas renunciar a mi nunca jamás?
Chico del cuadro: Para ello tendría que ser fruto de una mujer.
Elisabet: ¿Éstás listo para madurar?
Chico del cuadro: Bautízame, y seré tu esclavo por eones, siempre exsistiremos mientras alguién pueda imaginarnos. Fui creado para ti, para perderme en los abismos del mar contigo:
Elisabet: Movámonos como tiburones hambrientos y canívales, nunca dejes de girar tras de mi, cuando me alcances seré tuya unas horas, las olas seran el eco de nuestras caricias, y el viento el susurro mudo de nuestras gargantas entre gemido y gemido. No te mentiré, moriras y te regeneraras para mi. Olvidarás cualquier nombre que tuvieses, con los siglos tu léxico se reducira a mi nombre, todo seré yo.
Chico del cuadro: Con una condición.
Elisabet: ¿Cual?
Chico del cuadro: Que hagas lo mismo.
Elisabet: Cerremos los ojos e incendiemos el oceano.
La familia volvió de vacaciones. Los cuadros estaban en su sitio, pero ni la chica ni el chico estaban. Los padres no sabían que había pasado, pero el niño sabía que estaban en el cuadro de ella, amándose en el fondo del mar, donde nadie les vería.