Corazón pistola
Miradas grises, ya nadie recordaba cómo eran los ojos
ajenos. Las calles estaban llenas de hombres vestidos de negro y complementados de gafas del mismo
color. Las mujeres lucían prendas masculinas, con chaqueta-pantalón. Para
contrarrestar el contraste de roles, los hombres también habían perdido su
masculinidad, eran estériles la mayoría. Pero aparte de ser algo físico, se
reflejaba en la creatividad hermafrodita de ambos sexos.
Silencio, los hombres solo oían los gritos de sus egos. Sus
pensamientos se expresaban como bisagras corroídas dentro de sus cabezas, ya
nadie recordaba una sonrisa, o la última vez que se sintió vivo.
Un hombre tropezó con los cordones desatados de su zapato; perdió
el equilibrio y su mirada tropezó con la de una mujer. Esta sintió vergüenza, y
su miedo se volvió tan fuerte… como un vicio que le dolía… quería mirarle a los
ojos… pero tenía tanto miedo… el mundo me enseño que todo lo que estaba delante de
mis ojos era un rival… Quiero mirarte a los ojos… Silencio! No puedes, no debes…
Dame un beso que me dure hasta morir…
La mujer puso su mano en su pecho, y no escucho a nada
latir. Se extrañó y rebuscó en el interior de su camisa, pero nada cambió.
Asustada, su mano atravesó la piel, y cogió su corazón. Lo acercó a su cara; Olía
a pólvora. Tenía un pequeño mango, y un gatillo.
Empuñó su corazón, apuntando al hombre, y presionó el
gatillo.
Del corazón saltaron chispas de sangre, y algo salió disparado,
algo que impactó en el hombre.
Las demás personas lo vieron, y desenfundaron sus corazones,
disparándose unos a otros, hasta que solo quedo uno. Caminó por las calles
llenas de cadáveres, y se puso a llorar mientras lo hacía.
Última persona en pie: Me acabo de matar a mí mismo, y ahora
solo quedan mis ganas de matar.
Se puso el corazón en la sien, y se dispuso a pulsarlo.
Lo hizo.
Silencio.
Su corazón no quería matarlo.
Pasaron años, en los cuales sobrevivió con latas de
conserva. Hacía años que la civilización había olvidado a entender lo que leía.
La humanidad había olvidado que la tierra podía cultivarse. Un día,
desesperanzado y gris, el sujeto volvió a apuntar su cabeza con el corazón, y
este le susurro.
Corazón: ¿Por qué?
Última persona viva: Porque ya es tarde.
Corazón: Eso fue lo que os mató, la falsa indiferencia en
vuestra esperanza.
Última persona viva: Es tarde.
Corazón: Despierta, ¡ya!
El hombre apareció en el día y lugar donde empezó todo. Corrió
hacia la mujer que apuntaba su corazón pistola.
La besó.
Mujer: ¿Por qué?
Hombre con corazón latiendo: Porque no hace falta justificar
nada.
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