El hombre geométrico
Algo no funcionaba bien. Tal vez estaba demasiado mimado o enamorado de mi madre. Pero no creo que fuese culpa de llevar “una mochila de niñas”, o ser “el nuevo”. Desde pequeño siempre fui el más bajito de la clase, me llamaban “pulga”. Siempre fui muy orgulloso y rebotón, era ágil y elástico, así que a veces peleaba en cuerpo a cuerpo, mis extremidades se enredaban en cualquier cosa. Y era muy difícil de tirar al suelo, me gané el sobrenombre de “Lapa”. Aparte de todo esto, no conseguía entender que significaba trabajar en grupo, era asocial y solitario, marginal. No entendía porque los niños necesitaban un líder, alguien alfa en alguna actividad, tal como futbol, fuerza o el mejor guerrero. Así que preferí los grupos reducidos sin alfas notables, chicos débiles que pasan el patio por pasar el rato. También tenía la lengua muy larga, eso, añadido a que los lideres necesitaban mantener su estatus, provocaba peleas semana si semana no. En realidad, siempre quise ser aceptado, por mi sexo y por el femenino, pero por más que me empeñaba siempre surgía una variable nueva o antigua. No entendía el porqué de unas costumbres que parecían innatas en todos mis compañeros, y que no poseían lógica alguna. Se cambiaban de ropa a diario o cada 2 días, aunque la ropa estuviera limpia y no tuviese olor, una vez adquirido el hábito no bastaba, la ropa tenía que ser de una marca cara, cosa que no entendía, pues con un pantalón podía comprar 3 o 4 chándales, que además eran mucho más suaves para mi piel. El pantalón poseía además costuras interiores, cosa extraña ¿Porque eran más cómodos por la parte que no usa la piel? Una vez conseguidos los pantalones, se tenían que combinar con otros colores y prendas. Así que escribí en una libreta todas las combinaciones de mi ropa, según fuese mejor o peor la aceptación. Y cuando parecía mejorar la situación, apareció la variable “estación”. Según la situación que era tenias que usar ropa de mayor o menor abrigo (aunque no la necesitases) y encima ¡Cada año vestuario nuevo! Menuda locura para que se necesitaba todo eso ¡Menuda pérdida de tiempo! Por alguna extraña razón la gente tenía miedos e inseguridades, yo entre ellos. Tenias que hablar con cuidado, pues enseguida se ofendían o enfadaban. Yo siempre me giraba al despedirme de alguien, o intentaba entender su tonalidad de voz, y de alguna manera entender lo que sucedía en la mente del otro, aunque no notaba que fuera reciproco, la gente actuaba con un plan y rol, y eso era inapelable, y por misteriosas causas, ese choque de egos parecía funcionar tremendamente bien. Ahora bien, mi triste emulación solía fallar, y solo conseguía mantener un amigo a la vez. Ser niño era complicado, cuando eres niño los mayores te alagan y dan metas volantes que difícilmente puedes mantener. Que niño más guapo, que listo, que educado, que fuerte, que buenas notas sacará, será un rompecorazones, una gran persona, triunfará, será como su padre/madre… etc. No coño, no, no quiero ser eso, eso son deseos reprimidos del propio emisor, que a medida que creces dejan de decírtelo en parte. Yo era yo, no era nadie más, aunque siempre me empeñaba en serlo. Se tiene la extraña creencia de que los niños aceptan los contratiempos y no entienden determinados conceptos, cuando la realidad suele ser contraria. La visión de un niño es más sincera, de niños realmente sabemos el verdadero significado de la vida, con inocencia y diligencia. No porque tuviera cinco años, no dejaba de saber que mi madre bebía o mi padre se refugiaba en el trabajo. Mi hermano era enemigo mío, y la soledad en un niño es una lepra difícil de curar. Casi cada niño tiene o ha tenido su propio trauma, no es una situación atípica haber tenido una dura infancia, y vivir ignorando el porqué los sentimientos viven nuestra vida por nosotros, sin apenas resistencia por nuestra parte, una batalla a ciegas o una rendición celebrada. Esto duró 16 años, quizás por eso coleccionaba manuales de juegos de consola o mi asignatura preferida eran las matemáticas, pues la lógica era estable.
1 Comments:
A mí, además, las matemáticas siempre se me han dado fatal.
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