Doctor Pacman: Es un niño, es un niño!
Madre haciendo un esfuerzo:! Ummmff ummfff!
Enfermera: ¡Empuje!, ! ya sale! , ¡Ya sale!
Doctor Pacman: ¡Dios!
Doctor Pacman .o0O(¡Que feo es! ¡Si lo se no lo saco!)
Se hizo una especie de silencio gemido, unos cachetes, y un llanto, nadie se atrevió a hablar.
Taparon la incubadora con una sabana, y el rumor se expandió como una plaga de langostas; su madre sentía asco al pensar que su pecho tendría contacto con ese ser, le dio biberón, y con guantes de cocina. Para que el perro jugara con él, su madre le embadurnaba la cara con una brocha, repartiendo melaza, si ella hubiera podido le habría dado de comer con tirachinas, por suerte, desde bien pequeño aprendió a comer solo, a causa del hambre. Creció en casa, a base de televisión y libros, en ninguna escuela los niños lo aceptaban, ni padres y profesores. Ya desde pequeño vivió el rechazo, no era nuevo, era natural. Cuando se fue haciendo mayor, intento conocer al sexo contrario, pero ni su madre quería tocarlo, y las prostitutas no eran menos, entendían el más mínimo contacto con él, como la fusión de zoofilia y necrofilia, ellas, tan cerca como un destello de mediodía, y tan lejos como el sol. O era el mismo el que se lo hacía, o eran todos tratando de boicotearlo. Al final decidió conocer el mundo, vistió una gruesa capucha negra, que enmascaraba su rostro entre sombras. Pisó el suelo de la gente que no quería tenerlo entre sus filas. Lo más curioso para él, fue ver, que el mundo era realmente indómito y trágico, que verle a él, era la manera en la que el mundo no veía y se veía realmente como era. Un día se enteró que había una manifestación por los derechos humanos, pensó que sería la oportunidad perfecta para poder sacarse su “antifaz”, y ser uno más. Entre pancartas, gritos, muchedumbre y protestas, le sudaba la frente, esta era su gran oportunidad, la de mostrar a los demás como era más allá de la falta de luz. Descubrió su cara, y en unos segundos se hizo un silencio total, los músculos de todos se paralizaron, y la duda los recorrió a todos como una descarga eléctrica. El pensó que un recibimiento así solo podía ser bueno, cerró los ojos, y notó una masa carnosa y fresca explotar en su frente. La esquina en la que estaba se tiño de color. Un monzón horizontal de verduras llovía hacia él. Quedó como un zumo multivitaminas, pringoso hasta la saciedad. Al rato, el gentío acabó sus existencias, el se tapó el rostro, y como pudo recogió los “proyectiles”. Hacía días que apenas comía, nadie le daba trabajo, y no se le ocurrió otra cosa que poner una sabana más en una hilera de tops manta, su primer negocio, venta de verduras de segunda mano. Por extraño que pareciese, la novedad y los bajos precios atrajeron al gran público, y vendió todo el mismo día. Sorprendido y cautivado por la situación, esa noche comió y durmió caliente, pensando entre emociones repetir el mismo proceso. Y así fue, cuanto mayor era el acto público, mas se descargaba la nube de personas, metía las verduras en sacos y las revendía. Con las semanas se compró una camioneta, y al mes ya tenía su propia tienda. Fue tanta la aceptación, que acabo viniendo el almacén, las franquicias… La gente acababa comprando sus propias verduras, que después eran recicladas por el mismo. Había material de segunda, tercera, cuarta… hasta que la verdura no era poco más que 4 o 5 átomos, servía. Siempre la misma técnica, descubría el rostro hasta que las verduras le llegaban a la cintura, se cubría, y lo revendía. Con el tiempo se convirtió en el hombre más rico del mundo, y gasto la mitad de su fortuna en hacer la máscara más perfecta que el hombre pudiese imaginar, y pasó de ser el hombre más horrible a ser el más agraciado, las mujeres, los negocios y la gente le amaban, aunque nunca dejó su afición secreta, ser quién quería ser.
Dedicado a los que somos feos, porque los demás son debiles.